Un Gobierno suficientemente grande para darte todo lo que quieres, es lo suficientemente fuerte para quitarte todo lo que tienes”. Thomas Jefferson

EL PLAN DEL GOBIERNO PARA TRASLADAR INMIGRANTES DEL GBA Y LA CAPITAL AL INTERIOR DEL PAÍS

El proyecto también apunta a los argentinos que son del interior y viven en Buenos Aires; prevén entregar tierras y planes sociales

Por Martín  Dinatale, 28 de mayo de 2017

Bajo el estricto objetivo de "descentralizar el país" y terminar con la concentración de la población argentina en Buenos Aires, el Gobierno empezó a trabajar en un ambicioso plan para trasladar a los inmigrantes extranjeros y los argentinos del interior que viven en el conurbano bonaerense o en la Capital Federal hacia centros urbanos o zonas rurales de las diferentes provincias.

El denominado "proyecto de reorientación de los flujos migratorios internos de la Argentina" contemplará una fuerte campaña de concientización para trasladar al interior del país a aquellos inmigrantes que realizan sus trámites de radicación y para los que ya están viviendo en el Gran Buenos Aires o en la Ciudad de Buenos Aires, al igual que los argentinos del interior que están en esa misma zona. La iniciativa prevé desde el ofrecimiento de tierras del Estado en diferentes provincias hasta programas sociales, asistencia sanitaria y educativa. Se busca que no haya un "inmigrante ciego", es decir aquel que no logra percibir que hay en el interior del país buenas condiciones de vida para poder instalarse y que cree que la única opción de habitat es el área metropolitana de Buenos Aires.

Según pudo saber Infobae, la puesta en marcha de este programa se instrumentó a partir de una radiografía con un detallado relevamiento de datos del Conurbano bonaerense y de la Capital Federal. Un informe de la Dirección Nacional de Migraciones que se realizó recientemente señala que el 82% de los 285.000 inmigrantes extranjeros que se radicaron entre el 2016 y lo que va de este año en la Argentina viven en el primer cordón del GBA o en la Ciudad de Buenos Aires. Y muchos de estos carecen de trabajo o de servicios básicos dignos para vivir.

Según este relevamiento de datos, las principales corrientes migratorias que se instalan en Buenos Aires provienen en su mayoría de Paraguay, Bolivia, Perú, Colombia, Brasil, Uruguay y Chile. A la vez, ha crecido el número de inmigrantes de China, Corea del Sur y Japón. Aunque también hay inmigrantes de Italia, España y Alemania, en menor medida.

En el Ejecutivo están convencidos de que si estas cifras se proyectan en el tiempo en menos de 10 años colapsará el sistema laboral, educativo y sanitario del GBA y la Capital Federal.

El miércoles pasado se realizó la primera reunión del proyecto de reorientación de flujos migratorios que coordinó la Dirección Nacional de Migraciones junto con los Ministerios de Desarrollo Social e Industria. A estos se les sumará la tarea coordinada de los Ministerios de Salud, Educación, Trabajo, Producción y la Agencia Administradora de Bienes del Estado. Este último organismo resultará clave en el armado del plan ya que se prevé el ofrecimiento de tierras del Estado que hay en el interior del país para que por medio de créditos a largo plazo los inmigrantes extranjeros o argentinos que viven en el conurbano o en la Capital y quieran trasladarse al interior del país puedan adquirir tierras. Se está estudiando un programa de créditos blandos para la adquisición de tierras estatales que hoy no se usan en el interior del país. También se evalúa un esquema de alquileres de tierras o edificios públicos.

"Como ocurre en todos los lugares del mundo, la intención del Gobierno es trabajar para que haya una migración ordenada, regulada y segura", dijo a Infobae el director de Migraciones, Horacio García, al resaltar las presuntas bondades del proyecto. Para el coordinador de este plan la intención oficial que monitorea el Ministerio del Interior es que "ciudadanos provenientes de distintas provincias y que no hayan alcanzado un futuro venturoso puedan reorientarse hacia los lugares adonde el país necesita desarrollo y trabajo genuino".

Desde el próximo mes el Gobierno lanzará una fuerte campaña de concientización para apoyar el traslado hacia el interior con apoyo estatal de diferentes provincias que ofrezcan mejoras laborales y de calidad de vida.

Buena parte de este proyecto se canalizará desde los nuevos centros de migraciones de La Matanza, Moreno, Pilar y Quilmes así como también la Dirección de Migraciones de la Capital Federal. Allí está pensado la instalación de oficinas de provincias que orienten a los inmigrantes a buscar trabajo y un futuro en el interior del país y no solo en Buenos Aires.

La intención del Gobierno es articular entre los Ministerios de Trabajo, Salud, Educación y Producción para ofrecer trabajo de acuerdo a las habilidades de cada beneficiario de este programa y ciertas comodidades de vivienda, salud y educación para sus hijos.

PORQUÉ SOMOS TAN INDULGENTES CON LA MENTIRA?


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AQUÍ LA RESPUESTA 
Y LA RAZÓN DE LA ENCUESTA

Es posible que Vd. lo tenga muy claro y le sorprenda semejante perogrullada, pero déjeme decirle que este inocente test lo he realizado muchas veces antes y le aseguro que ha hecho trastabillar a muchos -algún abogado entre ellos- que, como es obvio, deberían saber esto casi tan bien como su nombre y apellido. Y atención que no son ni burros ni tontos, sino buenos abogados que probablemente al no ser especialistas en derecho constitucional, víctimas de algún desviado imaginario colectivo, han caído en la trampa y se han equivocado o dudado demasiado.

A esta altura ya sabrá vd. que la respuesta correcta es la segunda. En efecto, el artículo 18º de la CN establece que nadie puede ser obligado a declarar contra sí mismo.

Quizá Vd. pensó que la alocución pudo haber sido : “…nadie está obligado a declarar contra sí mismo”, ya que se trata de un concepto bastante extendido -demasiado, lamentablemente- en la creencia popular. Pero no, entonces porqué la CN dice “puede ser” y no dice, “está”?

Y esto es porque el precepto constitucional no se dirige a quien es imputado de un ilícito, sino que lo hace en otra dirección : va a los jueces y fiscales que deben interrogarlo para averiguar la verdad, lo cual resulta complementario y coherente con la expresión del mismo artículo 18º de la CN, cuando un poco mas adelante expresa que : “…quedan abolidos para siempre la pena de muerte por causas políticas, toda especie de tormento y los azotes.”

En otras palabras, la CN establece que nadie puede forzar al imputado a auto incriminarse -como acontecía en la ordalía, mediante la tortura hasta obtener la confesión que hacía viable la condena-, pero no lo releva necesariamente de decir la verdad.

Vale decir, no lo autoriza a mentir.

Cabe ahora que explique a Vd. adónde quiero llegar.

Es que no puedo dejar de preguntarme ¿porqué somos los argentinos tan indulgentes con la trasgresión, con la trampa? tan indiferentes ante la corrupción y la impunidad, destino final e inevitable de nuestra mansa resignación ante la mentira y el silencio ominoso, que nos ha colocado en este “aquí y ahora”, que desgarra profundamente los vínculos sociales y hace imposible la vida apacible que los mas grandes conocimos y añoramos.

No descarto por tanto -y esta es la hipótesis que intento demostrar-, que una apresurada e incorrecta interpretación del aludido mandato constitucional, haya contribuido a instalar en el ideario colectivo la errada creencia de que ocultar la verdad o falsearla, constituye un valor socialmente tolerable, y obremos en consecuencia.

El resultado de tal extravío es fuente de confusión y desorientación, que subrepticiamente compromete nuestra aptitud para obrar con juicio crítico útil, por cuanto propicia el error. La dificultad para distinguir la verdad de la mentira nos hace mucho más falibles y debilita, hasta neutralizar muchas veces, nuestra capacidad de reacción enérgica y reparadora frente a lo injusto y lo ilícito.

No resulta ocioso recordar que a diferencia de lo que acontece entre nosotros, en sociedades con culturas mas desarrolladas y maduras, la mentira constituye una falta gravísima que definitivamente descalifica y excluye a quien se vale con hábito de ella.

Lo dicho amerita el contundente desprecio que deben merecer la mentira y quienes de ella se valen.

No estudia ni trabaja uno de cada 5 jóvenes y son casi el doble que hace 20 años

Informe del Banco Mundial sobre los "ni-ni"
Alfredo Dillon
Enero 20 de 2016

Suman casi 900 mil en Argentina, de entre 15 y 24 años. Abandono escolar y embarazo adolescente, entre las causas. Desesperanza. Millones de jóvenes no pueden construir un futuro porque carecen de empleo para despegar.

Para cada uno de ellos, el futuro no encierra demasiadas promesas. En Argentina, 1 de cada 5 jóvenes no estudia ni trabaja. Son 875.000 chicos de entre 15 y 24 años: el 19,8% de las personas de esa edad. Las cifras surgen de un informe del Banco Mundial sobre los “ni-ni” en América Latina publicado esta semana.

Para cada uno de ellos, el enorme potencial de la juventud corre riesgo de dilapidarse. Argentina tiene casi el doble de “ni-ni” que hace 20 años: en 1992 eran 470 mil, según cifras de la SEDLAC, la base de datos del Banco Mundial sobre América Latina.

El aumento responde en parte a causas demográficas: la población de esta edad creció 65% (de 2,6 a 4,3 millones) en el mismo período. Pero mientras varios países de la región lograron reducir sus porcentajes de “ni-ni”, Argentina es una de las naciones de América Latina donde se agravó el fenómeno (creció 1,6 puntos porcentuales).

Entre los vecinos, Brasil no registra cambios significativos, en tanto que Chile, Perú y Venezuela lograron reducir hasta un 12% sus tasas de los jóvenes que no estudian ni trabajan en estas dos décadas.


En total, en América Latina hay más de 20 millones ni-ni, la mayoría de ellos vive en la pobreza y dos tercios son mujeres. “Debemos brindarle una educación adecuada y habilidades laborales a nuestra creciente población joven, ayudándolos a que tengan éxito en la vida –sostiene Jorge Familiar, vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe–. Aquellos países que ofrezcan una educación de alta calidad a una población joven en expansión y que además cuenten con mercados laborales dinámicos y de buen funcionamiento podrán crecer y reducir la pobreza de manera más rápida”.

El ni-ni latinoamericano típico es una mujer de un hogar urbano, si bien el número de ni-ni mujeres en la región está descendiendo por un mayor acceso a oportunidades educativas y laborales.

En cambio, el problema se viene intensificando entre los jóvenes varones: hay 1,8 millón de “nuevos” ni-ni en América Latina desde 1992, y la gran mayoría hombres. En Argentina, por ejemplo, mientras que el 80% de las jóvenes van a la escuela secundaria, sólo el 67% de los chicos asisten. La diferencia a favor de ellas se incrementó en los últimos 10 años, según datos de la OCDE.

De todos modos, en la Argentina el problema aún afecta más a las mujeres (24,8%, es decir, 1 de cada 4) que a los varones (14,8%). Según explica el informe del Banco Mundial, entre las mujeres jóvenes, el principal factor de riesgo es el embarazo adolescente, que en Argentina creció 15,7% durante la última década. Entre los hombres, es el abandono temprano de la escuela con destino al mercado laboral informal, seguido del desempleo. La mayoría de ellos nunca regresa a la escuela para completar sus estudios.

“Ser ni-ni puede tener efectos negativos de largo plazo sobre la productividad, reduciendo los salarios y las oportunidades de empleo de por vida y frenando el crecimiento económico en general. El efecto negativo sobre el ingreso también puede empeorar las desigualdades existentes, así como obstaculizar la movilidad social y la reducción de la pobreza en los hogares pobres y vulnerables, indica el informe”, plantean Rafael de Hoyos, Halsey Rogers y Miguel Székely, los autores del estudio.

Los expertos discuten distintas políticas que pueden servir para reducir el número de los ni-ni, evitando que los jóvenes abandonen la escuela y logrando que aquellos que ya son ni-ni consigan un empleo. Entre otras medidas, recomiendan las transferencias condicionadas en efectivo (como el Plan Progresar o la Asignación Universal por Hijo), así como concientizar a padres y estudiantes de los beneficios de la educación.

También puede ayudar el desarrollo de habilidades socio emocionales, apoyo pedagógico y programas empresariales, complementados por sistemas de detección temprana para identificar a aquellos jóvenes que corren riesgo de abandonar la escuela.

http://www.clarin.com/sociedad/estudia-trabaja-jovenes_0_1507649660.html


POPULISMO : formidable factoría de chatarra humana



Lo más atractivo de En las escuelas (subtítulo: Una excursión a los colegios públicos del GBA. Santiago Arcos editor)- es su honestidad. Sin rodeos, sin temor a la incorrección política, Santos dice lo que tantos docentes padecen pero no se atreven a decir: cuenta su experiencia como profesor ante clases que más bien parecían un "motín", incomparables con los tiempos en los que él hizo la primaria, "cuando la escuela pública todavía era una escuela y no un centro de contención de potenciales delincuentes, como es ahora". Admite -y escribe- sin ambages haber tenido ganas "de cagar a trompadas a un alumno" y afirma que muchos chicos van a la escuela "sólo para recibir el subsidio, tomar el brebaje parecido al mate cocido" y comerse "el sánguche de un peso o dos" que envía "el gobierno como limosna".

Describe su frustración e impotencia y cómo acaba –él también- "dándose por vencido". Y adaptándose al sistema: "Si no querían aprender, que no aprendieran –termina diciéndose a sí mismo-. De ahí en más –por lo menos en ese curso- no fui más profesor y pasé a ser un cuidador y un entretenedor más. O más bien un celador, como todos los demás profesores".

Un alumno, al que con ironía bautiza Damien, acabará dándole una trompada, y desencadenando una crisis para la que el sistema no le ofreció contención ni mucho menos solución. Su refugio fue la escritura. Y el resultado es imperdible, porque Gonzalo Santos escribe muy bien. Es placentero leerlo, aunque la materia sea amarga.

En las escuelas no es un ensayo, pero dice mucho más de la emergencia educativa que vivimos que todos los diagnósticos de los especialistas. Escrito en primera persona, como un diario, transmite, con fino y resignado humor, el tránsito del autor de una moderada expectativa –hacer bien su trabajo y tener tiempo para su verdadera pasión, la literatura- al quiebre emocional: "Intentaba enseñarles, dejarles algún reflexión, algún interrogante, pero el que se terminaba interrogando siempre era yo mismo".

Es que finalmente comprende que "todo en definitiva era una gran puesta en escena: yo simulaba que enseñabay ellos debían aprender y, si no aprendían, al menos debían simular que aprendían para que yo después pudiese simular que los evaluaba y ponerles una nota que luego los Simuladores Mayores podrían incorporar a sus pomposas y orwellianas estadísticas".

Su conclusión –su denuncia- es que "el daño colateral y paradójico del sistema progre de inclusión es que es el sistema más excluyente que existe para quienes quieren aprender, que por cierto (...) viven en las mismas condiciones especiales y económicas que los demás".

El libro de Santos se publicó en 2013. Ahora prepara otro, sobre su experiencia como profesor en los institutos que forman a los futuros docentes. El panorama en ese nivel es tanto o mas dramático. Lo cuenta en esta charla con Infobae, en la que denuncia sobre todo la soledad del docente al que el sistema no respalda pero sí acusa.

-Diagnósticos sobre la situación de la educación en el país hay muchos, pero lo que usted cuenta de su experiencia en las escuelas del Gran Buenos Aires es directamente una hecatombe. ¿Qué repercusión tuvo el libro?

Me llegaron muchos mensajes de docentes que compartían conmigo la mayor parte de las cosas que digo en el libro y que vivieron experiencias similares. Algunos también lo criticaron, es normal, hay miradas opuestas a la mía y lo acepto, pero en general recibí muy buenas críticas y hubo gente que dijo "por fin apareció alguien que dice aquello que no se suele decir", salvo en reuniones entre profesores. Públicamente no se dicen estas cosas.

-Según su libro, la escuela ya no es más el lugar al que los chicos llegan sabiendo que la finalidad es esforzarse para aprender y que hoy todo es un simulacro...

Lo que veo es que el docente dentro del aula está muy solo, no recibe acompañamiento de los directivos, ni del equipo..., el docente está solo. Y si en algún momento pasa algo, no tiene herramientas para sobrellevar la situación, su única herramienta es el carisma, la capacidad de establecer un vínculo, de empatía, como dicen los pedagogos, de "construir" autoridad -esa metáfora de construir le ha hecho mucho daño a la docencia-. Cuando uno por algún motivo no puede hacer eso y quiere acudir a otras herramientas, no están esas otras herramientas. Entonces, cuando un pibe comete un exceso, ya no sirve decirle "te llevo a dirección, te hago un acta, llamo a tus padres"; no les importa. Es en ese momento que aparece el simulacro; no podemos hacer nada, entoncesveamos cómo llegamos vivos a fin de año, cómo sobrevivimos. Bueno, tiramos fotocopias... incurrimos en prácticas que no son deseables. Pero eso como dije también tiene que ver con que estamos solos, muy solos dentro del aula.

-Se llega incluso al extremo de aprobar a alumnos aun sabiendo que no han aprendido...

Sí, en parte porque hay cierta presión del cuerpo directivo en muchas escuelas. Si uno tiene un gran porcentaje de alumnos desaprobados en el primer trimestre, enseguida aparece el dedo acusador del directivo que te pregunta qué es lo que no hiciste, qué estrategias empleaste mal; se presupone siempre que el docente está haciendo algo mal, como si fuese la única variable que interviene en la situación, cuando hay otro montón de cosas. Puede ser que un docente no emplee las estrategias adecuadas, pero así un problema complejo se lo reduce a una sola variable: si el culpable es el docente se evita pensar en todo lo demás.

-Usted da clase en colegios secundarios. ¿En qué condiciones llegan los alumnos?

He tenido casos de chicos de primer año de secundaria que no sabían leer, no sabían deletrear. Hay mucha heterogeneidad: por un lado están esos chicos, por otro lado, otros de nivel un poco más alto, y cuesta mucho trabajar en esa heterogeneidad, porque uno tiene que ocuparse de cosas de las que no debería ocuparse, y frente a los alumnos que reclaman conocimiento -porque algunos exigen que uno les transmita saber- uno se siente impotente. Al menos en mi caso. Tuve chicos que me decían "vamos a aprender algo, queremos aprender", y yo tenía que estar viendo que no se maten los demás. Quería enseñarles y no podía, me generaba mucha impotencia, fue algo muy frustrante. Me destruía emocionalmente, psíquicamente; por eso escribí este libro, toda esa impotencia, esa bronca, tenía que canalizarla de alguna manera.


"LO ÚNICO QUE HAN HECHO ES ARRIAR A LOS CHICOS AL AULA, Y ARREGLÁTELAS"

-A raíz de eso, usted señala que hay un berretín de la inclusión, que es en realidad sólo estadística, y que deriva en una exclusión de los chicos que realmente quieren aprender.

Es una inclusión que termina excluyendo. Se habla mucho de inclusión con calidad pero, por el modo en que intentan implementarla, es un oxímoron, un imposible. Lo único que han hecho es meter, empujar, arriar los chicos al aula, y arreglátelas. Y si no se puede, vamos a tratar de maquillar un poco los números para ver si después podemos incorporar estadísticas pomposas a nuestro discurso.


"ARGENTINA ES EL PAÍS CON MÁS RUIDO DENTRO DEL AULA, O SEA, CON MENOR CLIMA DE APRENDIZAJE"

Justamente, el gobierno exhibe los números de la escolarización como una prueba de los beneficios de la Asignación Universal por Hijo. Pero esa inclusión, señala su libro, tiene una contracara oscura, que es la degradación del aprendizaje...

La mayor parte no está aprendiendo, al menos en las escuelas que yo conozco, del conurbano, no aprenden. Hace un tiempo salió un informe PISA: aunque cuestionadas, esas evaluaciones contienen un dato revelador en el caso argentino, que es que Argentina es el país con más ruido dentro del aula, al menos así lo perciben los chicos que fueron evaluados y los propios docentes, el país con más ruido, o sea el país con menor clima de aprendizaje. Y tiene que ver con lo que decía antes: hoy el clima de aprendizaje no es un a priori como era antes, que uno entraba al aula y ya estaba ahí. No, hay que construirlo. El problema es que para construirlo, uno está solo. No contamos con ninguna herramienta, y es ahí que se genera el simulacro: no hay aprendizaje.

Por ejemplo, si uno tiene un problema y quiere acudir a la inspectora, enseguida lo rodean, lo "contienen", para evitar que trascienda. Los trapitos sucios se lavan dentro de la escuela. Tuve experiencias en ese sentido muy negativas, con directores que empleaban estrategias casi de guerra, como separarnos a los profesores que podíamos hablar entre nosotros de estos temas, llamar a unos, después a otros; es triste, los directivos no se preocupan tanto por lo pedagógico como por mantener esas cosas dentro de la escuela, que no se sepa.


"UN CHICO PUEDE PEGARLE A UN PROFESOR Y NO PASA NADA, NO RECIBE NINGÚN TIPO DE SANCIÓN"

Usted cuenta en el libro un episodio "cumbre" de esta experiencia, que es cuando un alumno lo agrede físicamente.

Fue más un golpe psicológico que físico; el golpe físico fue una bofetada y ahí terminó. Yo estaba muy mal, casi deprimido, no quería salir de mi casa. Fui a pedir ayuda al sindicato, sugerí renunciar y cambiar de escuela, pero cuando uno renuncia en la docencia recibe una especie de castigo: no puede tomar horas por dos años. Yo quería evitar ese castigo, teniendo en cuenta que había vivido una situación traumática, pero no, la respuesta fue que no, que no se podía hacer nada, que fuese a la ART para conseguir licencia, pero yo quería seguir trabajando en los otros lugares, donde trabajaba más o menos bien. El directivo no se hizo cargo de la situación; lo único que me preguntó fue qué había hecho yo para evitar ese episodio, y me sentí completamente solo, sin ganas de ir a trabajar, y cuando volví, a la segunda, tercera semana, ver nuevamente al alumno dentro del aula... Al final lo terminé perdonando, porque era un pibe que tenía algún problema psicológico; lo que me dio bronca fue la falta de apoyo, me pareció terrible, no recibí siquiera un llamado a mi casa de algún directivo para preguntarme cómo estaba. Nada. Al chico lo suspendieron dos o tres días y eso fue todo. En general no pasa nada, un chico puede pegarle a un profesor y no recibe ningún tipo de sanción. Puede hacerlo si quiere.


"NO ES INCLUSIÓN, ES DEMAGOGIA DE INCLUSIÓN, SIMULACRO DE INCLUSIÓN"

¿Y qué pasa en los profesorados, es decir, allí donde se están formando los futuros maestros y profesores?

A veces el clima es bastante parecido al de la secundaria, porque justamente los profesorados se están secundarizando. Este tema de la "inclusión", del facilismo, está empezando a entrar también en los profesorados. Se está arruinando la formación docente: hoy estamos formando maestros y profesores que no van a tener las competencias necesarias para estar frente a un curso el día de mañana. Se dan incluso también casos de indisciplina, sobre todo en los primeros años. Yo tengo comisiones muy numerosas, cincuenta, sesenta estudiantes, porque decidieron que el ingreso sea irrestricto. Por un lado me dicen que tengo que dar un taller de lectura y escritura y que tiene que ser personalizado y por el otro me ponen cuatro comisiones, 300 alumnos en total. Por eso decía que lo único que hicieron es ponerlos ahí; no aportaron más docentes ni más herramientas, y eso no es inclusión. En todo caso es demagogia de inclusión, simulacro de inclusión, no es inclusión.

¿Cómo son los alumnos que egresan de estas escuelas secundarias, de nivel tan heterogéneo y de tan baja exigencia?

Muchos salen sin las competencias mínimas. Terminan porque esperaron el tiempo suficiente y egresaron. Hoy basta con eso, saber esperar un poco, tener un poco de paciencia y uno se recibe. Y no sólo en la secundaria, sino también en el profesorado, como dije, basta con saber esperar para ser profesor. Por eso digo en el libro que yo sentía, cuando estaba estudiando el profesorado, que mi título no iba a tener ningún valor. Por ejemplo, en el final de una materia me pedían que contara un poco de qué se trataba La Ilíada. Y eso era todo. Entonces yo pensaba: ¿qué valor va a tener mi título? Hoy eso se ha agravado, se exige cada vez menos, por el tema este de que en un profesorado tengo 70 alumnos por curso y hay bajada de línea de los directivos para que cierren los números. Es un tema sensible, clave, para discutir en el próximo período, la formación docente.

Tengo entendido que de eso va a tratar su próximo libro.

Sí, me voy a focalizar en la experiencia que tuve y estoy teniendo en los profesorados. Ahora tengo siete cursos; no es mucho en términos de carga horaria pero son cuatrocientos alumnos, y tengo que corregir por ejemplo mil páginas de trabajos.

-Si usted tuviera la posibilidad de incidir en el diseño de una política educativa, ¿por dónde empezaría?

Uno de los aspectos importantes es la formación docente, fundamental en cualquier sistema educativo. Hoy los profesores que se reciben no saben, no tienen las herramientas necesarias para estar frente al aula. Yo empezaría por ahí. En otros países, como Finlandia, Francia, Alemania, o Ecuador para no irnos tan lejos, han entendido que la formación docente es algo fundamental y que hay que atraer a los mejores promedios de la secundaria para formar profesionales de excelencia porque después van a ir a darle clase a pibes que tienen su derecho a recibir la mejor educación. Acá pasa todo lo contrario: van al profesorado quienes no pudieron sobrellevar las exigencias de la universidad y dicen "bueno, de última, voy y me hago profesor, como no puedo estudiar arquitectura, me hago profesor". Cambiar eso va a llevar tiempo porque ya hay muchas generaciones de docentes que se han recibido en este contexto. Además, hay un montón de cosas que rever en el secundario: la indisciplina, el hecho de que los profesores nos movemos de un lado a otro, como profesores-taxi, y no generamos pertenencia en ninguna institución, ni conocemos bien a los alumnos...

El hambre

Si usted se toma el trabajo de leer este libro, si usted se entusiasma y lo lee en –digamos– ocho horas, en ese lapso se habrán muerto de hambre unas ocho mil personas: son muchas ocho mil personas. Si usted no se toma ese trabajo esas personas se habrán muerto igual, pero usted tendrá la suerte de no haberse enterado. 

O sea que, probablemente, usted prefiera no leer este libro. Yo creo que haría lo mismo. Es mejor, en general, no saber quiénes son, ni cómo ni por qué. (Pero usted sí leyó este breve párrafo en medio minuto; sepa que en ese tiempo sólo se murieron de hambre entre ocho y diez personas en el mundo. Respire aliviado.) M. C. 

Conocemos el hambre, estamos acostumbrados al hambre: sentimos hambre dos, tres veces al día. No hay nada más frecuente, más constante, en nuestras vidas que el hambre y, al mismo tiempo, para muchos de nosotros, nada más lejano que el hambre verdadero. Para entenderlo, para contarlo, Martín Caparrós viajó por la India, Bangladesh, Níger, Kenia, Sudán, Madagascar, Argentina, Estados Unidos, España. Allí encontró a quienes, por distintas razones –sequías, pobreza extrema, guerras, marginación–, sufren hambre. El Hambre está hecho de sus historias, y las historias de quienes trabajan en condiciones muy precarias para paliarlo, y las de quienes especulan con los alimentos y hambrean a tante gente. El Hambre intenta, sobre todo, descubrir los mecanismos que hacen que casi mil millones de personas no coman lo que necesitan. ¿Un producto ineludible del orden mundial? ¿El fruto de la pereza y el retraso? ¿Negocio de unos pocos? ¿Un problema en vías de solución? ¿El fracaso de una civilización? El Hambre es un libro incómodo y apasionado, una crónica que piensa, un ensayo que cuenta, un panfleto que denuncia el apremio de una vergüenza sostenida e imagina formas de terminar con ella.

En democracia no vale todo


Hay que decirlo con todas las letras. La demagogia de arriba terminó construyendo un sujeto anárquico y no un ciudadano democrático. Estamos ante subciudadanos que se creen que todo vale porque estamos en democracia. Que no respetan normas, reglas ni leyes. Que tienen una capacidad de daño y destrucción que desprecia al otro. El espacio público no es de nadie y a mucha gente le importa un carajo lo que pase con los demás.

La destrucción y el bardo se han convertido en mucho más que una picardía que se celebra. Muchos energúmenos creen que esa es la libertad. Y se trata de todo lo contrario, es el reinado del caos, la anarquía que mete miedo y obliga al pueblo a meterse para adentro y a entrar en pánico demasiado seguido.

Determinado presunto progresismo, de garantismo mal entendido, fomentó todo tipo de salvajismos y se creyó piola. Es más, estigmatizó como reaccionario y derechista a los que reclamaron un mínimo de orden social. El Estado debe garantizar la seguridad y la convivencia pacífica. Sin embargo hace una década que se viene adorando un Estado bobo y ausente que sólo reparte prebendas y que tiene miedo de pagar el costo político de decir: esto no se puede. Vamos a hablar claro. Una sociedad es más democrática cuando sus ciudadanos tienen más derechos.

Pero también cuando cumple con sus obligaciones. Si no, es la majestad del populismo berreta donde cada uno hace lo que se le canta las pelotas. El infantilismo de estado instaló que la voluntad de cada uno es lo que vale. Hay formas de la delincuencia que tienen un nivel de organización y de impunidad peligroso.

Porque va erosionando la vida en comunidad y fomenta un individualismo feroz que rompe, roba, patotea, quema y asesina y encima reclama no ser castigado por eso. Se victimizan diciendo que el sistema ya los castigó. En una familia, igual que en una sociedad, cuando solo hay premios y no hay castigos, se pierden todos los límites. Las barras bravas de todos los clubes de fútbol en la Argentina, desde Boca y River hasta los más humildes del interior, las patotas que en las esquina te extorsionan a cambio de plata para la birra o el paco, los grupos encapuchados que dicen hacer política revolucionaria, la policía malpaga y maltratada profundiza sus modos extorsivos, autoritarios y corruptos y la democracia en lugar de convertirse en la tierra fértil de todos se transforma en tierra de nadie. En zona liberada para que cualquiera haga cualquier cosa.

Hace años que nos lavaron la cabeza y nos convencieron de que es normal que haya mafias que utilizan a los trapitos, a los limpiavidrios y a los cartoneros como mano de obra barata y como amenaza de que algo peor te puede pasar si no colaboras. Nadie quiere pagar el costo político de la prohibición. De decir esto no se puede hacer. Esto hay que hacerlo en otro lado. Esto debe tener un orden que permita que toda la sociedad pueda expresarse y mejorar su calidad de vida.

No es de progresista hacerse el defensor de la libertad y fomentar el vamos por todo. Es exactamente lo contrario. Ese es el facilismo estúpido. Para ser verdaderamente progresistas hay que construir una sociedad más igualitaria donde todos tengan las mismas posibilidades de educarse para el trabajo y el progreso con la cultura del esfuerzo y el sacrificio que nos enseñaron nuestros viejos. Ayudar al que está en emergencia y marginalidad es una obligación irrrenunciable. Pero no tener políticas públicas para que eso sea solamente durante un tiempo y que después esa gente pueda ganarse el pan con el sudor de su frente es de un clientelismo retrógrado y feudal. No quieren contribuir a que cada día haya menos pobres.

Quieren pobres con planes todo el tiempo para poder controlarlos. Es denigrante de la condición humana. Las señales que vienen desde el poder son nefastas. Vamos por todo. No respetamos fallos de la Corte Suprema. Se fomenta los escraches, cortes de rutas y calles. Se protege a los corruptos y se los envía en nuestra representación a los funerales de Mandela, se le cortan las alas a los fiscales honestos, se industrializa el odio y la venganza. Y a eso le llaman progresismo. Se puede y se debe poner orden en forma democrática. Se puede controlar y reprimir a los saqueadores sin matar a nadie pero con toda la firmeza de la ley. Y la justicia debe comprender que romper todo, robar, patotear y matar no debe ser gratis. Las penas deben ser realmente duras y de cumplimiento efectivo. No hay que confundir pueblo con lumpenaje ni libertad con libertinaje.

Vivimos días de cólera y salvajismo. Angustia ver en qué hemos convertido a una parte de nuestros hermanos. Inquieta comprender que va a tener que pasar mucho tiempo para reconstruir los lazos solidarios que se dinamitaron. Hay un quiebre moral, una ruptura del contrato mínimo de convivencia y eso no cayó del cielo. No es una tormenta producto de la naturaleza. En una construcción nefasta de los demagogos que creen que poner límites es autoritario.

N. del E.: el presente es el comentario editorial que realizó hoy Alfredo Leuco en el programa Bravo.Continental, conducido por Fernando Bravo, que se emite por Continental (AM 590) de lunes a viernes de 13 a 17.

HAY MÁS JÓVENES QUE NO ESTUDIAN NI TRABAJAN QUE EN 2003

La Nación - Domingo 8 de septiembre de 2013
por josé hidalgo pallares | la nacion

Cada vez que la presidenta Cristina Kirchner habla de la "década ganada",cientos de miles de jóvenes en todo el país deben preguntarse a qué se refiere. Sucede que, según muestran las propias cifras oficiales, en los últimos 10 años aumentó el número de argentinos de 15 a 24 años que no estudian, no trabajan, ni están buscando un empleo.

Los "ni-ni", como se conoce a este grupo -compuesto principalmente por mujeres-, representan actualmente entre el 10 y el 15% de la población juvenil del país, según distintos informes elaborados a partir de los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). Para la Universidad Católica Argentina (UCA), el porcentaje es aún mayor. Los analistas resaltan, además, que esa situación de exclusión se da principalmente entre los jóvenes de los estratos socioeconómicos más bajos.

Entre 2003 y 2012, según Ernesto Kritz, uno de los directores de Poliarquía Consultores, el peso de los "ni-ni" en la franja de 15 a 24 años aumentó de 8 a 10 por ciento. Esta suba, señaló el experto, se dio pese al crecimiento de la economía, la mejora en el mercado de trabajo (incluyendo la baja del desempleo juvenil) y el aumento del presupuesto educativo. De acuerdo con sus estimaciones, que se basan en la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Indec, en 2012 (los datos de 2013 aún no están disponibles) más de 650.000 jóvenes no estudiaban, no trabajaban ni buscaban empleo.

"El problema es especialmente serio en los sectores de menores ingresos -afirma Kritz-. Se nota al analizar el cuartil inferior [el 25% de la población que menos gana]."

"Allí la proporción de jóvenes de 15 a 24 años que no estudian no trabajan ni buscan trabajo es de 15 por ciento, lo que representa un incremento de casi 4 puntos respecto de 2003", dice Kritz.

Otros informes son aun más preocupantes. Según el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), en el tercer trimestre de 2012 había 850.000 "ni-ni" en el país, es decir, el 13,2% de los jóvenes de entre 15 y 24 años. Jorge Colina, jefe de Investigaciones de Idesa, explicó que sus cálculos se basan en la Encuesta Anual de Hogares Urbanos (EAHU) del Indec, que, a diferencia de la EPH, no toma en cuenta sólo las principales ciudades del país, sino también los aglomerados urbanos del interior, donde hay muchos jóvenes en situación de inactividad. Colina, además, resaltó otro dato: las dos terceras partes de los "ni-ni" son mujeres, muchas de las cuales realizan tareas domésticas en sus propios hogares. Las estimaciones de Kritz excluyen a esas jóvenes.

En el Ieral (Fundación Mediterránea) analizaron un rango de edad diferente: personas de 18 a 24 años. Según un informe escrito por Marcelo Capello y Gerardo García Oro, en el último trimestre de 2012 el 15,3% de los jóvenes en ese rango eran "ni-ni", es decir, 745.000 personas. Los analistas destacan que, pese a la expansión económica, "la proporción de jóvenes «ni-ni» fue incrementándose en el tiempo, pasando de un 13,1% en el año 2003 al 15,3% correspondiente al año 2012".

Por otro lado, el informe añade que en 2012 los "ni-ni" en la Argentina representaban el 14,2% de los jóvenes de entre 15 y 29 años, tasa mayor al 7,2% promedio de los países europeos en 2010 (último dato disponible) y al 12,8% de Brasil, pero inferior al 20,4% de México.

Finalmente, según la Encuesta de la Deuda Social Argentina de la UCA (la misma que se utiliza para contrastar los dudosos datos de pobreza que publica el Indec), en 2012 los "ni-ni" fueron el 17,4% de los jóvenes de 18 a 24 años. En el estrato socioeconómico más bajo, casi el 30% de los jóvenes estaba en esa situación.

Los expertos mencionan varios motivos para el aumento de los "ni-ni". Marcelo Capello, investigador jefe del Ieral, destacó que en la Argentina el sector privado viene creando muy pocos empleos (de hecho, según el Indec, en 2012 la cantidad de empleos privados registró una leve caída), lo que desalienta la búsqueda de trabajo.

Colina, en tanto, señaló que la suba en los costos para contratar (salario mínimo) y despedir empleados hace que las empresas sean cada vez más selectivas al contratar personal, lo que complica sobre todo a los jóvenes, cuya productividad es menor porque no tienen experiencia previa y, además, no pueden acreditar buenos antecedentes.

Eduardo Donza, investigador de la UCA y especialista en trabajo y desigualdad, coincidió en que "los jóvenes son el grupo más golpeado en el mercado del trabajo", y añadió que, incluso en los sectores altos, empiezan con modalidades de contratación precarias. Además, mencionó que cuando el mercado laboral presenta altos niveles de informalidad, como en la Argentina -donde, según Donza, el 50% de los trabajadores totales y el 30% de los asalariados tienen un empleo no registrado- los jóvenes son los que enfrentan la situación más compleja.

Francisco Menin, asesor del programa de empleo joven de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), diferenció dos clases de "ni-ni": "Los que tienen resuelta su situación económica y no encuentran en el trabajo ni en el estudio algo que los configure como personas y buscan ese elemento, principalmente, en las redes sociales. Y los de menores ingresos, cuyo contexto social no promueve el ingreso en el mundo laboral o éste los rechaza, y la educación no es para ellos un factor aspiracional. Estos jóvenes están en riesgo de caer en la delincuencia para cubrir sus necesidades económicas", dijo.

Kritz, en tanto, destaca la vulnerabilidad de los "ni-ni": "Con un nivel educacional tan pobre, que se suma a su falta de experiencia laboral, estos chicos tienen una bajísima probabilidad de logro en el mercado de trabajo formal. Esa probabilidad es reducida aun en relación con los desempleados de la misma edad", asegura.

En ese contexto, los expertos mencionaron el programa Jóvenes con Más y Mejor Trabajo, del Ministerio de Trabajo, que busca ayudarlos a completar su educación secundaria y a insertarse en el mercado laboral a través de pasantías en empresas, subsidios para emprendimientos y programas de capacitación.

Sin embargo, en opinión de Capello, el programa tiene problemas de escala, porque alcanza apenas a la mitad de los "ni-ni", y de focalización, porque hay provincias con muchos jóvenes inactivos donde el programa no ha llegado. Menin añadió que el programa no siempre tiene financiamiento disponible.


PREVISIONES Y REALIDAD SOBRE POBREZA Y EMPLEO

Según el índice de expectativas juveniles, que fue presentado en julio por la Organización Iberoamericana de Juventud (OIJ) y mide la percepción de los jóvenes sobre la situación actual y futura en temas como pobreza, corrupción, educación y empleo, el resultado de la Argentina (65 sobre un máximo de 100) es mayor que el de países como Brasil (55,9), Colombia (61,4) y México (61,6), pero menor que el de otros como España (66,3), Venezuela (68,2) y Ecuador (77,3).

El informe de la OIJ señala que "los datos sugieren que no existe una relación directa y lineal entre contextos nacionales críticos -típicamente, situaciones económicas negativas o desfavorables- que generen de manera automática desesperanza respecto del futuro". Y menciona como ejemplo el caso de España.

LINK : http://www.lanacion.com.ar/1617962-2-x-170-mm-infoen-el-pais-hay-mas-jovenes-que-no-estudian-ni-trabajan-que-hace-una-decada

Advierten sobre el aumento de chicos que toman drogas


La Nación - Domingo 23 de junio de 2013
Corrientes
alcanza a niños en edad escolar
lo informó la titular de madres del paco
   La asociación correntina de Madres del Paco manifestó su preocupación por el aumento de chicos que empiezan a consumir distintos tipos de drogas, incluso muchos de ellos son menores que aún cursan en el nivel primario.
   "Cada vez son más tempranas las edades en la que comienzan a probar drogas", advirtió la titular de dicha asociación, Sonia López, al diario correntino El Libertador.
   Explicó que ésa es la realidad con la que se encuentran en los últimos tiempos, en distintos puntos de la provincia, en donde acuden a realizar encuentros de prevención y concientización sobre los daños que produce este tipo de sustancias prohibidas.
   Actualmente, la agrupación conformada por una asistente social, una ginecóloga y un odontólogo desarrolla jornadas y reuniones en el Centro Integrador     Comunitario (CIC) del barrio Ciudades Correntinas.
   "En las reuniones explicamos los daños que provocan, que muchas veces son irreversibles. Nosotros vamos a hacer docencia familiar y social", agregó López al citado matutino correntino.
   "También estamos recibiendo llamados de maestras de la escuela primaria para que vayamos a dar charlas. Ellas se dan cuenta de ciertos comportamientos violentos de los chicos, que les dan indicios que podrían estar consumiendo y por eso piden asesoramiento", indicó.
   Aclaró que en todos los casos cuentan con autorizaciones para hablar frente a los alumnos, muchas veces lo hacen a partir de demandas del propio establecimiento y generalmente se organizan juntamente con otras áreas oficiales, la Dirección de Servicios Educativos de Prevención y Apoyo de la provincia (Disepa).
   Justamente, ese organismo provincial tiene como propósito la prevención y apoyo psicoeducativo, psicopedagógico y socioeducativo."Por suerte existe mucho compromiso de los docentes, que son los que primero se dan cuenta. Hay casos en que los menores están más tiempo en la escuela que en la casa", señaló.
Describió que la mayoría de los jóvenes adictos proviene de familias desintegradas y por eso el problema más que nada se ve en la escuela.

 PEDIDO AL GOBIERNO
   López aclaró que no tienen intereses partidarios ni políticos, aseguró que todo lo hacen a pulmón y con el objetivo de aportar a un cambio en la sociedad actual sobre todo en beneficio de los jóvenes.
   Cabe recordar que Sonia López, hace unos meses, reclamó el apoyo de las autoridades provinciales y nacionales para ayudar a los jóvenes que caen en las drogas. "La necesidad de un Centro de Rehabilitación es urgente; estoy mendigando por los chicos para ver si el Estado nos apoya en esto".

   A su vez confesó que tenemos información de que "hay policías tranza (que venden o admiten la venta de droga). lo peor que nos puede pasar es que el policía que nos tiene que cuidar sea un tranza".

Juventud y frustración

La Nación - Miércoles 10 de octubre de 2012 

Noticias recientes de Europa y, especialmente de España, reiteran el cuadro dramático en que se encuentra un sector numeroso de la juventud a causa del desempleo, con un presente precario y un futuro sombrío, en el cual se dibuja el riesgo de la marginación. Para referirnos a un ejemplo concreto, ésa es la situación española, con 1.125.000 desocupados, lo que equivale a decir el 24 por ciento de su población comprendida entre los 15 y 29 años. Esa falta de oportunidades laborales se agrava porque gran parte de los jóvenes tampoco busca capacitarse a través del estudio, a fin de hallar opciones mejores. De ahí que se la llame "generación ni-ni", porque ni estudia ni trabaja.
Esa inquietante realidad es compartida con cierta diversidad de cifras por otros países de la Unión Europea, como Grecia, Portugal o Italia. En términos generales, el promedio de jóvenes desocupados en ese continente es del 20,6 por ciento, situación determinada por errores políticos y económicos que han castigado la región y debilitado el poder de sus gobiernos para encarar soluciones ante la incidencia de factores complejos de otro carácter que reclaman comprensión y cambios profundos. En este punto es oportuno recordar al economista Ralf Dahrendorf, quien en 1986 puso de manifiesto que el progreso técnico continuo iba requiriendo de los trabajadores prepararse para constantes calificaciones superiores. Por lo tanto, quienes no se actualizaban en conocimientos y habilidades para esa dinámica laboral verían reducirse sus posibilidades de empleo aún más, ya que el progreso técnico por sí tiende a reducir puestos de trabajo. Lo que sigue, para los que no se reciclen, es un camino en el cual se multiplicará la informalidad y la precariedad del empleo, de modo que es lógico prever que todo conduzca a una desocupación cada vez mayor.
Como es lógico, esa realidad es un serio obstáculo para quienes buscan trabajo y, en mayor grado, para quienes no se capacitan para las innovaciones que se van introduciendo, lo cual origina una brecha creciente que separa dos grandes grupos de la población. Por una parte, los que tienen un empleo formal estable, ingresos suficientes, han podido fundar una familia y cuentan con una vivienda digna, siendo todavía adultos jóvenes. Por otra, los menores de 30 años, con una capacitación limitada, a quienes los cambios que se operan van dejando excluidos, pues las oportunidades de trabajo formal se han convertido en un bien escaso y deben aceptar lo que se presenta, por lo común empleos transitorios. Todo concurre así a la desocupación, a esperar ayuda del gobierno y, en algunos casos, a caer en la depresión o en reacciones violentas indeseadas, como la xenofobia, tal cual lo ha señalado el profesor Alejandro Navas, de la Universidad de Navarra.
Lo descripto permite algunas conclusiones cuyas resonancias nos alcanzan, porque hay puntos comunes entre lo que se vive en Europa y en nuestro país. Una primera consecuencia es la importancia de la formación continua de los jóvenes a fin de que no pierdan oportunidades de trabajo. Una segunda proposición a subrayar: es menester que la sociedad adulta en gestión tome plena conciencia de las necesidades juveniles, de los proyectos de vida que se van frustrando y quedan postergados o abandonados, para caer en la espera pasiva de ayudas gubernamentales, siempre precarias o movidas por intereses proselitistas.

Las sociedades humillantes


Miércoles 03 de octubre de 2012 | 

Por Sergio Sinay | Para LA NACION
"La humillación es un tipo de conducta o condición que constituye una buena razón para que una persona considere que se le ha faltado el respeto". Con esta frase contundente se inicia La sociedad decente, un inspirado libro de Avishai Margalit (profesor de filosofía israelí, que actualmente enseña en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Princeton, Estados Unidos). El libro es tan potente como necesario por las ideas sobre las que gira. Las sociedades decentes no humillan a sus miembros, dice Margalit, los respetan. Respeto y humillación son los términos que delimitan si una sociedad es decente o no lo es. En aquellas que lo son, las instituciones funcionan y cumplen debidamente con su función de garantizar el respeto a las personas, a su condición de sujetos y de ciudadanos. Ese es un deber de las instituciones y un derecho de las personas. Hay humillación cuando un grupo, desde una posición de poder, excluye a otros como miembros de la sociedad que, en la concepción de ese grupo, queda reducida a los que comparten ideas e intereses.
Existe humillación, desde esta perspectiva, cuando las instituciones invaden las vidas privadas de las personas (según el profesor Margalit una sociedad que permite la vigilancia institucional de la esfera privada, "comete acciones vergonzosas"). Hay humillación cuando la burocracia, que se financia con dinero público proveniente de los impuestos, trata a los ciudadanos como números o como medios para los fines del gobierno. Según la hipótesis de Margalit, también hay humillación cuando, a través de planes asistenciales clientelistas, se lleva a los necesitados a acreditar y mantener su condición de tales. Por lo demás, la pobreza (que en el caso de nuestro país no desciende, a pesar de la manipulación de cifras y estadísticas oficiales) "no es un fracaso de la persona sino del sistema", señala el autor.
Las sociedades humillantes quitan autonomía a los necesitados y los acostumbran a vivir de subsidios empujándolos a dudar de su propia capacidad de autosustentación y naturalizando así su condición. Se crea entonces una dependencia perversa entre ellos y el gobierno. Una sociedad es humillante cuando dificulta la creación o mantención de puestos de trabajo, cuando crea condiciones para el aumento del empleo marginal (en negro) o cuando otorga trabajo como una dádiva, cuando en verdad el trabajo es un derecho. Ningún gobernante debería ufanarse de crear empleos, ya que ese es un deber y no una opción. Una sociedad es decente cuando trata con respeto ("pero no con honores", subraya Margalit) a sus delincuentes y hace cumplir los procedimientos de castigo. Claro que para ello, debe existir la Justicia, porque si ésta es funcional a los intereses del poder o a cualquier maniobra corrupta, solo contribuye a la humillación (sobre todo de las víctimas del delito).
La lectura y relectura de este libro aquí y ahora lo hace cada vez más rico en sus contenidos y significados. También, más doloroso. Se parece menos a un tratado de filosofía política y más al inclemente retrato de una sociedad indecente por donde se la mire: la argentina. Una sociedad en la que quienes gobiernan crean a diario nuevas formas de humillación, según la describe Margalit, y en donde quienes se dicen opositores contribuyen también con lo suyo a que contemplar y tratar a las personas como tales (es decir como fines y no como medios) sea un propósito cada vez más lejano. Una sociedad no es decente porque es justa, señala el pensador israelí, sino que es justa porque es decente. Su propuesta para salir de la humillación incluye como primer paso la recuperación del respeto de cada quien por sí mismo. Esto es diferente de la autoestima. La autoestima consiste en la apreciación que cada quien tiene de sí, independientemente de la mirada ajena. El respeto a uno mismo es tal cuando el individuo hace que otros, incluidos los gobernantes y las instituciones, lo respeten como lo que es: una persona. Esto significa que no lo manipulen, que no le mientan, que no lo desprotejan, que no restrinjan sus derechos, que no violenten su intimidad y su privacidad, que no descalifiquen sus ideas. Es ahí donde comienza a fundarse una sociedad decente. Mientras tanto, será una sociedad humillante.

Más población en las villas miseria

El incremento de los habitantes en asentamientos precarios es un síntoma más de que no se reduce la pobreza

Miércoles 12 de mayo de 2010

Comprobaciones fehacientes y autorizadas han venido demostrando el incremento de la población de las villas de emergencia establecidas en la ciudad de Buenos Aires y en su conurbano. Se trata de un hecho demostrativo de que, a pesar de las desmentidas oficiales, no sólo no han disminuido los índices de pobreza e indigencia, sino que han ido en aumento en el conglomerado urbano más vasto y densamente poblado del país.

Como era previsible, esos datos le alteraron los ánimos a más de un funcionario público. El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, salió al cruce de aquellas afirmaciones y señaló que los eufemísticamente denominados asentamientos poblacionales transitorios "no crecen por la pobreza"; según él, "el crecimiento demográfico se debe a factores tales como la inmigración proveniente del interior del país".

Al margen de que cabría preguntarse si ese éxodo no pone en relieve, con toda crudeza, que hay amplias franjas de nuestra sociedad que no se resignan a asistir de brazos cruzados al paulatino deterioro de sus niveles de vida, en esta oportunidad, por lo menos, las cifras difundidas contradicen el optimismo oficial.

Según la estimación difundida por el propio ministro de Desarrollo Social bonaerense, Baldomero Alvarez de Olivera, a partir de un estudio efectuado por la Universidad de General Sarmiento, hasta 2006 había un total de 819 villas de emergencia en los 25 distritos del Area Metropolitana Buenos Aires (AMBA), incluyendo en ese censo a los asentamientos villeros porteños. Refuerza ese dato la verificación de que entre 2001 y 2006 la población total del AMBA aumentó en un 6,6 por ciento (de 8,6 a 9,2 millones de personas), pero en las villas ese incremento trepó hasta el orden del 57,5 por ciento.

La investigación no se estancó en ese primer paso. Señaló, asimismo, que San Martín es el partido con mayor cantidad de asientos poblacionales, puesto que en su territorio hay 148 villas y asentamientos precarios, y que lo sigue La Matanza, con 73 improvisadas barriadas que albergan al núcleo poblacional más importante del área: casi 140.000 personas.

Utilizando, entonces, las cifras básicas que datan de hace casi un lustro y proyectándolas a la actualidad, se ha llegado a la conclusión de que si en 2006 las villas del conurbano acogían a 1.051.519 personas, en la actualidad esa cifra ha superado los dos millones de residentes, a los cuales es menester sumar a alrededor de 235.000 habitantes de las villas de la ciudad de Buenos Aires (más o menos el 7 por ciento de la población porteña), dejando constancia de que hace tan sólo una década, esa cifra oscilaba en torno de las cien mil personas.

El gobierno de la provincia de Buenos Aires aspira a concretar, en el mediano plazo, la construcción de casi 36.000 viviendas que contribuyan a aliviar la precaria situación de los asentamientos más precarios y populosos, situados a orillas de los ríos Matanza y Reconquista. Pero, lamentablemente, se halla muy demorada la puesta en marcha de acciones concretas ?por ejemplo, el censo de cada uno de esos sitios?, que por fin tornen viable la intención de darle soluciones a este problema que se arrastra desde mediados del siglo XX.

Mal que pese, la subsistencia de las villas miseria, incluso a pesar de los ingentes esfuerzos de las ONG que se han ocupado y se ocupan de mejorarlas con mayor preocupación y eficiencia que las organizaciones oficiales, es una lacerante lacra social. En ellas la honestidad, la honradez y la dedicación al trabajo de la mayoría de sus ocupantes se ven forzadas a convivir con abyectas minorías delictivas, principalmente dedicadas a lucrar con la fabricación y venta de estupefacientes, y con la infame explotación de los que padecen la viciosa necesidad de consumirlas.

No es desentendiéndose de la gravedad de esa cruda situación ni rehuyendo tomarla en consideración ni desmintiendo las pruebas contundentes de su crecimiento como se podrá llegar a soluciones prácticas para ponerle remedio eficiente. El crecimiento poblacional de las villas miseria es síntoma agudo de pobreza, raíz de un mal estructural que las autoridades aún no han sabido enfrentar con soluciones realistas.

Link : http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1263726

NO ESTUDIAN NI TRABAJAN 900.000 CHICOS

Alerta de la Iglesia por la educación / La crisis del secundario
Casaretto y Aguer formularon un severo diagnóstico por la deserción; el Gobierno comparte la preocupación, pero rebatió las cifras
Carlos Pastrana
Para LA NACION
SALTA.- La Iglesia afirmó que el país debe "ocuparse de los 900.000 jóvenes de todo el país que no estudian ni trabajan", al advertir sobre la crisis educativa que afecta principalmente a la escuela secundaria.
La cifra es el 17% de los 5,2 millones de chicos de 13 a 19 años que están hoy fuera de la escuela y fue dada a conocer por el obispo de San Isidro y presidente de la Comisión de Pastoral Social, monseñor Jorge Casaretto, en el 47° Curso de Rectores del Consejo Superior de Educación Católica (Consudec), ante más de 1500 docentes y directivos de todo el país.
En diálogo con LA NACION, el ministro de Educación, Alberto Sileoni, que participó de la inauguración del encuentro, negó que lleguen a 900.000 los chicos que están fuera del secundario -donde hoy estudian 3,7 millones de alumnos-, aunque aclaró que compartía la preocupación y el diagnóstico de la Iglesia.
"Nos hallamos ante una profunda emergencia educativa, que en caso de no revertirse con inteligencia y celeridad gravitará negativamente en el porvenir de las jóvenes generaciones", advirtió, en tanto, el arzobispo de La Plata y presidente de la Comisión de Educación Católica del Episcopado, monseñor Héctor Aguer.
Casaretto reclamó acciones urgentes a todos los sectores de la sociedad, incluida la propia Iglesia, y dijo que la educación es una herramienta vital para lograr la inclusión social y "debe ser una cuestión de Estado en el que primen el diálogo y los consensos".
Al fijar como horizonte la meta de un Bicentenario en justicia y solidaridad, incluyó en su exhortación a los gremios, que "defienden sus legítimos derechos, pero están afectando la formación de los más pobres y consecuentemente fomentan la exclusión", en relación con los efectos que producen los paros docentes.
Casaretto pidió que el secundario garantice una salida laboral y favorezca la relación con los empresarios, además de facilitar la reinserción de los alumnos que dejaron el sistema.
Epopeya educativa
El padre Alberto Bustamante, presidente del Consudec, advirtió, además, que en el conurbano bonaerense hay unos 800.000 chicos, de 8 a 17 años, que no van a la escuela, por lo que convocó a una "epopeya educativa". La cifra fue desestimada por las autoridades educativas bonaerenses.
El arzobispo de Salta, monseñor Mario Cargnello, sostuvo que se debe tender a una libertad responsable y con solidaridad sostenida, y monseñor Aguer señaló la necesidad de una política educativa eclesial que supere "el relativo aislamiento de las universidades". Se pronunció por la libertad de la enseñanza y advirtió sobre proyectos oficiales que "hacen temer una posible tentación autoritaria" con mucha concentración unitaria e injerencia en los institutos de formación docente.
Aguer afirmó que muchos documentos oficiales sobre la organización de la nueva escuela secundaria y, particularmente, de la educación cívica ponen el acento en los derechos y no en el correlato de la responsabilidad de los deberes ciudadanos, además de criticar los planes de educación sexual, que no atienden la realidad integral de la persona humana.
Sileoni dijo que el abandono escolar es un problema en todo el mundo (ver aparte) y reseñó varias acciones cumplidas, como haber llevado la inversión educativa en todo el país al 6% del PBI y establecer la obligatoriedad del secundario. Expresó que coincide con la Iglesia en varios temas, como la importancia del rol de la familia en la educación, aunque aclaró que el Estado debe "atender como cuestiones básicas los problemas del embarazo temprano, las enfermedades de transmisión sexual y el abuso infantil".
En su discurso, el gobernador Juan Manuel Urtubey se pronunció por una educación en libertad, tomando en cuenta todas las dimensiones de la persona humana.

Jueves 11 de febrero de 2010 | Publicado en edición impresa

LINK : http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1231940

QUÉ ES SER POBRE

Bernardo Kliksberg
Para LA NACION

Cuando en una amplia encuesta a 60.000 pobres de 60 países realizada por el Banco Mundial, y en otros estudios similares, se les preguntó qué es ser pobre, la respuesta desconcertó. Los pobres se quejaron de sus carencias materiales, pero dijeron que lo que más les dolía de su situación era la "mirada de desprecio". Ser pobre es ser percibido como si se perteneciera a una categoría inferior, que no importa y que, en todo caso, inspira compasión.

Expresando la doctrina social de la Iglesia, el cardenal Jorge Bergoglio señaló, en una misa, hace pocos días: "En esta ciudad de Buenos Aires, con mucho dolor lo digo, están los que «caben» en este sistema que se hizo y los que «sobran», los que no «caben», para los que no hay trabajo, ni pan, ni dignidad. Y esos que «sobran» son el material de descarte, porque también en esta ciudad se «descarta» a las personas y estamos llenos de «volquetes existenciales» de hombres y mujeres que son despreciados".

La desacreditación del pobre como persona puede crear el terreno para demonizarlo, y para incitar a la intolerancia y a la violencia. Ese es el contexto en el que un presidente de un consejo municipal declaró, hace algunos días, que a los menores que cometen delitos hay que "molerles los huesos", y "matarlos a cintazos", y un candidato a concejal, ante un robo, convocó "a quemar a los habitantes de una villa miseria" vecina a los que llamó "ratas". Ambos se retractaron, pero dejaron flotando previamente que "estaban diciendo lo que nadie se animaba a decir".

Enfrentar la pobreza requiere superar las falacias y encarar realidades como las siguientes:
1- La pobreza no es neutra, mata y enferma
Hay más de 20.000 madres en América latina que murieron el año pasado durante el embarazo o el parto, que debieran estar vivas. Perecieron por falta de cobertura médica adecuada, desnutrición, condiciones misérrimas. Treinta de cada 1000 niños no llegaron a los 5 años de edad, por enfermedades de la pobreza. Entre ellas el hambre. Hay nueve millones de niños desnutridos, y otros nueve en riesgo de desnutrición.

2- La desocupación es mucho más que un tema económico
Cuando se toman decisiones que van a implicar dejar sin trabajo a muchos, habría que tener muy en cuenta lo que está en juego. La pérdida del trabajo no sólo reduce los ingresos de las familias, crea penurias psicológicas, de autoestima destruida, de sensación de marginación, tensiones familiares. Da idea de lo que sucede una investigación en Estados Unidos sobre desocupados (Rutgers University, agosto de 2009). El 68% de los desocupados estaban deprimidos; el 61% se sentía inútil; en las relaciones familiares del 58% de los desocupados se habían generado tensiones; el 55% estaba muy enojado; el 52% evitaba encontrarse socialmente con amigos o conocidos.

3- Discriminación
En el Latinobarómetro, cuando se pregunta sobre cuál es el sector más discriminado de la sociedad, la mayoría de las opiniones resaltan que son los pobres en general, y particularmente los jóvenes pobres. Con frecuencia son "criminalizados" de antemano.
Un riguroso relevamiento de Periodismo Social, Capítulo Infancia (Alicia Cytrynblum, 2009), que analiza 120.000 noticias sobre niños y adolescentes en 22 diarios representativos del país, concluye: "Nos encontramos con pocas fuentes, con pocas estadísticas, con muchos términos peyorativos, y con titulares que derraman estereotipos en letras de molde sobre un grupo social que poco puede hacer para defenderse". Agrega: "Las palabras para referirse a los chicos y chicas que supuestamente cometen delitos son estigmatizantes y discriminatorias. Es decir, son títulos que condenan antes que lo haga la Justicia".
La discriminación refuerza severamente la imposibilidad de obtener trabajo, y todas las condiciones que causan la pobreza.

4- La culpa es de los pobres
Un mecanismo fácil para deshacerse de las culpas que puede generar la pobreza es la coartada de razonarla como un tema individual de cada pobre y como una consecuencia de su desidia, indolencia, falta de ganas, poca iniciativa.
No es un tema individual. Es colectivo. Más de uno de cada tres latinoamericanos es pobre. No fueron sus elecciones: las cifras indican terminantemente que no han tenido acceso real a la salud ni han completado estudios ni trabajo. Uno de cada cuatro jóvenes, los más estigmatizados, están fuera del sistema educativo y del mercado de trabajo. Entre ellos están los 500.000 jóvenes en esa condición que se mencionan continuamente en el Gran Buenos Aires y los millones de jóvenes marginales de México.

5- La pobreza es inevitable
Sería una especie de mal natural, inexorable. En América latina, con una excepcional dotación de riquezas naturales y condiciones geoeconómicas altamente favorables, la tesis se autodestruye. ¿Por qué Costa Rica ha tenido en los últimos sesenta años un índice de pobreza que es la mitad de la tasa que se presenta en América latina, a pesar de ser muy limitada en recursos naturales? No será porque educación, salud y equidad fueron prioridades y se convirtieron en políticas de Estado. ¿Por qué la Argentina tenía, a inicios de los años 60, menos de un 10% de pobreza y, al final de los 90, más de un 30%? Importa lo que los países hacen.
La "mirada de desprecio" incluye mucho de estos componentes. Reduce al pobre a "descartable", lo discrimina, lo cambia de categoría de víctima de malas políticas, a culpable personal; de excluido a "perdedor" por propia decisión; lo ve como sospechoso en potencia y toma distancia. Llega finalmente a "invisibilizarlo". Para muchos, ver a los ancianos pidiendo limosna en las calles de Buenos Aires, a los niños tirando fuego al aire para que les den algunas monedas en los semáforos, a las mujeres con bebes implorando ayuda, llega a ser como "si lloviera", parte del paisaje urbano, y pasan de largo como si no existieran. Asumir la pobreza como problema colectivo, y devolver a plenitud su dignidad humana al pobre, es el primer desafío.
Desde esa asunción, para enfrentar sus causas se requieren políticas públicas activas y sostenidas -primeras responsables, en una democracia, de encarar el problema- acompañadas por la solidaridad de la sociedad civil, que en organizaciones como Cáritas, AMIA, Red Solidaria y otras muchas muestran a diario y por un pleno compromiso con la idea de responsabilidad social de las empresas. Como lo planteara Carlos Fuentes: "Algo se ha agotado en América latina, los pretextos para justificar la pobreza".

Director del Fondo España-PNUD/ONU "Hacia un desarrollo inclusivo en América latina".

LINK : http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1180016

LA DROGA ESTÁ DESPENALIZADA EN LAS VILLAS

La droga está despenalizada en las villas, según la Iglesia

Duro documento de sacerdotes que viven en los asentamientos; los consideran "zonas liberadas"

Silvina Premat LA NACION

Para la veintena de sacerdotes que comparten la vida con los residentes de 13 villas porteñas, las discusiones de ministros y jueces por la tenencia y consumo de drogas están muy alejadas de lo que pasa en la realidad. Es más, denuncian que las villas, como "zonas liberadas", son funcionales al narcotráfico.

"Entre nosotros la droga está despenalizada de hecho. Se la puede tener, llevar, consumir, sin ser prácticamente molestado. Habitualmente, ni la fuerza pública ni ningún organismo que represente al Estado se mete en la vida de estos chicos, que tienen veneno en sus manos", escribieron los sacerdotes en un documento que presentaron ayer ante la prensa.
Doce de los diecinueve curas firmantes del texto, que viven en las villas porteñas y que son allegados al cardenal Jorge Bergoglio, denunciaron también el tráfico de armas como disparador de la violencia juvenil.

Es la segunda vez en dos años que el Equipo de Sacerdotes para las Villas de Emergencia de la Arquidiócesis de Buenos Aires interviene públicamente en un tema de interés común para la ciudad. En julio de 2007, tras conocerse proyectos para desa- lojar algunos asentamientos, reclamaron una "integración urbana".

"La mayoría de los que se enriquecen con el narcotráfico no viven en las villas, en estos barrios donde se corta la luz, donde una ambulancia tarda en entrar, donde es común ver cloacas rebalsadas". Sin embargo, admiten: "Otra cosa distinta es que el espacio de la villa, como zona liberada, resulte funcional a esta situación".

"No queremos entrar en un conflicto. Este documento es fruto de una reflexión sobre el trabajo pastoral. Es un aporte que queremos hacer para todos", explicó el padre Gustavo Carrara, de la villa 1-11-14, durante la presentación realizada en la escuela de oficios Padre Daniel de la Serna, a metros de esa villa de Barracas.

Además, en el documento, titulado "La droga en las villas: despenalizada de hecho", subrayan que, ligado al tema de la droga, se da el fenómeno de la delincuencia, de las peleas y de los hechos de muerte violenta. Comentan que los adolescentes, al relatar sus conductas, afirman que estaban dados vuelta (drogados). "Esto nos hace tomar conciencia de otro gran tráfico que hay en nuestra sociedad, que es el tráfico de armas, y que visualizamos como fuera de control", dicen los sacerdotes.

En diálogo con los periodistas, el padre José María Di Paola, de la villa 21-24, dijo: "Para que un chico tenga un arma es porque alguien se la puso en las manos". Por eso, según afirman los curas, las "primeras víctimas de esta despenalización de hecho" de la droga son los jóvenes de esos barrios que, "arruinados en su mente y en su espíritu, se convencieron de que no hay posibilidades para ellos en la sociedad".

Di Paola destacó también que las experiencias de las que surgen los dichos del documento no son producto de visitas a las villas, sino de compartir la vida con sus habitantes.
No mencionan datos cuantitativos y afirman que se resisten "a mirar esta realidad social desde los papeles de las estadísticas". Pero sí arriesgan que en esos barrios "la droga está instalada quizá con más fuerza desde 2001".

Así, los sacerdotes intervienen en el debate sobre la despenalización del consumo de esas sustancias. "¿La legislación actual penaliza al consumidor? No. La ley 23.737 establece que cuando la tenencia es para uso personal y hay una dependencia física o psíquica de la sustancia, el juez puede imponer una medida de seguridad curativa, consistente en un tratamiento de desintoxicación y rehabilitación por el tiempo necesario, por lo que deja en suspenso la pena que le pudiera corresponder", escribió monseñor Jorge Lozano, obispo citado por los sacerdotes en el duro documento presentado ayer. Según Lozano, "la despenalización del adicto ya está en vigencia".

En ese sentido, los curas se preguntas: "¿Ministros y jueces conocen la situación en nuestros barrios? ¿Han dialogado con el hombre común de la villa? ¿Se han sentado a elaborar con ellos proyectos liberadores, o simplemente se piensa en implementar recetas de otras latitudes? A veces, se busca transmitir la idea de que se está trabajando fuertemente en la lucha contra la droga. Es así como, por ejemplo, se abre un solo centro de recuperación para toda una ciudad y se la empapela para dar una buena imagen".

Entre las propuestas que, según dicen, "sin ser expertos en la materia", hacen los sacerdotes figura incorporar a la currícula escolar de la primaria una materia de prevención que no explique qué drogas hay y cómo se consumen, sino cuál es el valor de la vida, al tiempo que reclaman que se escuche más a los jóvenes en la casa y en la escuela.

LINK : http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1115249&pid=6159957&toi=6256

"NO ES CIERTO QUE EL PAÍS SE HIZO MÁS POBRE, SE HIZO MÁS INJUSTO"

Los números oficiales dicen que la desnutrición no creció, al menos todavía. El ministro admite que política y sociedad no supieron distribuir la renta y el trabajo.
Alberto Amato

Cuando se conocieron aquellas fotos dramáticas de Tucumán yo dije algo que le repito ahora: la de la desnutrición es una vieja tragedia que ahora está más iluminada. Tal vez sea mejor, porque hoy hay una conciencia social distinta. Pero es una vieja tragedia argentina. Lo primero que hizo la democracia hace veinte años fue instrumentar un programa de asistencia alimentaria. En aquellos años los chicos muertos por desnutrición eran cerca de mil por año. Pero bueno, no hay sistema político que resista mucho tiempo que en una de las mayores llanuras templadas del mundo, con una gran capacidad productiva alimentaria tengas problemas para que la gente acceda al alimento."Ministro del gobierno de Duhalde, donde Salud recobró su rango de ministerio, ministro con Kirchner, Ginés González García, 57 años, médico, cirujano, sanitarista, maneja un presupuesto anual cercano a los mil millones de pesos si se le suman los créditos internacionales. Con un lenguaje llano y preciso como el bisturí que alguna vez usó, elabora un diagnóstico del hambre.—La organización político institucional no garantiza el acceso al alimento y tampoco al medicamento. El mercado no lo garantiza. Si tenés un país que hoy tiene el cincuenta y siete por ciento de pobres... ¿En qué gasta plata un pobre? Primero, en alimento. Después, en medicamentos. Si a esa gente les reducís el ingreso, esa reducción se produce sobre el alimento. Por eso hay programas tan redistributivos de dinero y de alimentos. Lo que pasa es que, en estos casos, nadie mira lo que no pasó. Todos vemos que todavía queda algo por resolver. Pero no miramos cuánto significaron las políticas activas de Estado en los últimos dos años para resolver este problema.Según las cifras del Ministerio de Salud, que este año hizo un relevamiento nutricional que no se hacía desde 1996, la desnutrición en chicos de 0 a 5 años se mantiene estable en niveles parecidos a los de hace siete años. El lenguaje técnico referido a las conclusiones de ese estudio, sin embargo, no puede eludir un toque de alarma "La situación de mayor pobreza todavía (destacado en el informe) no ha incidido en el estado nutricional medido por indicadores antropométricos, (que ya identifican daño).—En general la primera causa de enfermedad es la pobreza, no es sólo la desnutrición. Yo trato de tener un pensamiento equilibrado entre lo que piensa la derecha, que dice que pobres hubo siempre y tiene que haber, y lo que dice la izquierda, que hay que hacer la revolución y redistribuir la renta. Entre un pensamiento de hijos de puta y otro de románticos que en realidad no cambian nada, yo creo en una política activa de Estado. Vamos a lo concreto. Lo mas dramático es la desnutrición aguda, que es una desnutrición secundaria. Hablo de un chico que, desnutrido o no, por alguna malformación o por parálisis cerebral no puede comer. Esos son los casos que yo he visto de desnutrición aguda. Hay otra, que es crónica, que se manifiesta básicamente en la talla y en las otras características que le habrán dicho: menos capacidad intelectual, menos nivel educativo. Hay muchos programas de Estado vinculados a compensar estos terribles desajustes. Nosotros gastamos cien millones de pesos anuales en once millones de kilos de leche para distribuir en todo el país. Pero hay una falla del sistema político y de la organización social. Eso es evidente. No pudiste distribuir ni la renta ni el trabajo para todos.—Pero sus colegas médicos dicen que esos planes sólo son parches sobre parches.—Sí. Pero no es lo mismo un parche de once millones de kilos de leche que no leche. Ya sé que uno quisiera cambiar la sociedad y que todos fuésemos iguales. Pero el mundo se hizo más injusto. Y la Argentina también. No es cierto que en la década del 90 nos empobrecimos. El problema es que nos hicimos más injustos. El mundo creyó que el mercado era mejor organizador y mejor distribuidor de las diferencias sociales. Y dejó en manos del mercado la ideología de los últimos quince años. Hoy hay que hacer una política de Estado activísima para poder compensar esa brutalidad. Y no es solamente una caja de alimentos.

http://www.clarin.com/diario/2003/11/17/s-03001.htm

TODO MURO DAÑA A LA VEZ A LOS QUE EXCLUYE Y A LOS QUE INCLUYE

Nuestra sociedad vive cada vez más fragmentada. La selectividad que se da en las escuelas no implica mayor calidad de enseñanza sino dificultad para aprender a vivir con los demás.


Por: Roberto Gargarella Fuente: PROFESOR DE DERECHO CONSTITUCIONAL


El aumento de la desigualdad registrado en nuestro país en las últimas décadas no es sólo un dato que nos arruina estadísticas que quisiéramos ver de otro modo. Las desigualdades han comenzado a permear por cada rendija de nuestras paredes, y hoy vemos esa fractura social reproducida en los ámbitos más diversos.

Resulta cada vez más claro que las distintas secciones de la sociedad se juntan cada vez menos, se mezclan menos, ya no comparten proyectos de vida comunes, ya no dialogan —y lo que es peor, ya casi no tienen oportunidad de dialogar entre sí. El politólogo Guillermo O' Donnell propuso alguna vez un modo original de acercarse al impacto de estas desigualdades crecientes. Prestó atención, entonces, al modo en que las personas se vinculaban con la administración pública, a partir de su relación con las "colas" necesarias para hacer trámites frente al Estado: estaban los que padecían esas "colas" (y pasaban horas, entonces, haciendo trámites); estaban los que enviaban a otros para llevar a cabo la gestión del caso; y estaban los que directamente ya no necesitaban hacer una fila para nada, porque habían quedado al margen de la sociedad formal.

Uno podría encontrar categorías similares, por caso, mirando los vínculos entre los distintos grupos sociales y el derecho. De modo más grave, si examináramos la composición social de nuestros tribunales, comprobaríamos fácilmente que las leyes son aplicadas e interpretadas por individuos provenientes de ciertos sectores de la sociedad, con exclusión de otros (obviamente, las clases sociales más desfavorecidas). Este hecho no resultaría en absoluto preocupante si no viniese acompañado por la certeza de que los sectores más alejados del derecho son, casualmente o no, quienes más lo padecen. Estos son, finalmente, los problemas de la desigualdad: los tratos injustos que se generan, basados en "cercanías" y "distancias" indeseables.

Quisiera mirar, por lo mismo, el impacto de esa fragmentación social en la escuela, teniendo en cuenta el hecho común de que los niños tienden a socializar cada vez más —y de modo exclusivo— con otros de su misma condición social (por caso, en el country, en la escuela privada o en el club).

Resulta relevante, en tal sentido, recuperar una lúcida opinión de Will Kymlicka, tal vez el más importante analista contemporáneo de las nuevas sociedades multiculturales y fragmentadas. En un crucial párrafo de uno de sus últimos libros, Kymlicka se refería a la educación, y sobre todo a los aspectos relacionales de la misma, aludiendo a la importancia de la "mezcla" de estudiantes en el aula.Decía Kymlicka: "Los colegios públicos no enseñan civilidad diciendo únicamente a los estudiantes que sean buenos, sino insistiendo también en que los estudiantes se sienten junto a otros estudiantes de razas y religiones diferentes y cooperen con ellos en los trabajos escolares o en los equipos deportivos".

Y luego se refería a los riesgos propios del escenario contrario, que ejemplificaba con el caso de la religión en la escuela: "Basta con que uno se vea rodeado de personas que comparten el credo propio, para que pueda sucumbir a la tentación de pensar que todo aquel que rechace la religión que uno ha abrazado es en cierto modo ilógico o depravado".

Lo que Kymlicka dice sobre la religión en las aulas puede aplicarse de modo idéntico al caso de personas con pautas de consumo, vestimentas o rasgos raciales similares: no basta con que un maestro hable de igualdad a sus alumnos, si ellos sólo viven en y de la segregación.

Sin dudas, quienes eligen segregar a sus hijos para enviarlos a lugares selectos donde sólo se encuentran e interactúan con otros jóvenes de idéntica extracción social, lo hacen convencidos de que de ese modo les ofrecen lo mejor que está a su alcance, como buenos padres de familia que son. Sin embargo, convendría reconocer el modo en que tales elecciones son capaces de causar (también) daños graves sobre sus hijos, deteriorando su capacidad de socialización y corroyendo su salud cívica.

Por supuesto, es imposible pretender que "todos se vinculen con todos". Pero el problema no es ése: el problema es el modo en que ayudamos a erigir nuevos muros que provocan que, en los hechos, algunos grupos —en este caso, los niños— directamente dejen de relacionarse con algunos otros que no son de su condición, a los que finalmente dejan de ver como iguales. Una de las decisiones judiciales más influyentes y admiradas en la historia del derecho moderno, la sentencia "Brown v. Board of Education". vino a enfrentar un dilema, finalmente, de naturaleza similar: la segregación racial en las escuelas. Por supuesto, en dicho caso las dificultades eran mucho más serias, porque la segregación estaba respaldada activamente por el derecho. Sin embargo, el problema sustantivo no varía demasiado.

Entonces, la Justicia tomó medidas para permitir que, por primera vez, niños de distintas razas entraran juntos en las mismas aulas y compartieran sus bancos y sus juegos. El tribunal identificó bien que la cuestión a enfrentar no era sólo una vergonzosa segregación legal sino, ante todo, el impacto de la "separación" sobre la humanidad de los niños. Para los magistrados, la falta de contactos entre estudiantes de distintas razas generaba "sentimientos de superioridad" respecto del "estatus de cada uno (de los niños) en su comunidad, afectando a sus mentes y sus corazones de modos que difícilmente pueden revertirse".

¿No será la hora de recuperar estos principios y aspiraciones tan universalmente venerados, para empezar a andar un camino que nos permita terminar con décadas de una segregación social en los hechos —una segregación que hoy, tal vez con la mejor buena fe, muchos padres promueven?

Link : http://www.clarin.com/diario/2008/04/09/opinion/o-02501.htm